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martes, marzo 22, 2011

DE MI LIBRO CUENTOS DE MI ABUELO

Cuento 6.- Rey y el vendedor

Todo para el pueblo todo sin el pueblo era la divisa del rey, pero para ello debía tomar el correcto pulso de su pueblo, así se vestía de paisano y se mezclaba entre ellos, conversaba, intercambiaba opiniones y compartía copas y contaba cuentos. Uno de sus preferidos era el del emperador y el viejo sabio que había leído en “los cuentos del abuelo” que era uno de sus libros de cabecera, que había hecho traer de Argentina.

En la taberna, en horas de la tarde cuando la jornada laboral ha concluido, uno de los parroquianos se le acerca para invitarlo con una copa, beba amigo le dice que me hago cargo del gasto, el día ha sido fructífero por lo que es bueno compartir con un forastero el rédito de la jornada, que informa, consistía en la venta de pescados que adquiría en el puerto y revendía a particulares..

Gracias, le dice el rey y apura el Anís con agua, a mi edad un poco de leche se hace imprescindible, mucho mas cuando procede de un amigo solidario que comparte el provecho de su trabajo.

Lo espero mañana, ya sabe es mi invitado dice el vendedor y parte apresurado como sólo lo saben hacer los jefes de hogar responsables.

Esa misma tarde el Rey dicta un bando, que hace difundir por la comarca, en el que se prohibía la venta de pescado casa por casa.

Al día siguiente a la hora señalada, se dirige nuevamente a la taberna y espera pacientemente el regreso del conocido, quien puntualmente llega presuroso para dar cumplimiento de la obligación asumida el día anterior, hola amigo, dice y agrega, pida su leche (el anís con agua luce como si fuera leche), no olvide la cuenta es mía, porque he vendido todo el pan, debí cambiar de rubro por cuanto el sinvergüenza del Rey, que no tiene consideración de este pobre vendedor ambulante le impide vender pescado por un problema de profila… no se cuanto.

Un nuevo bando real dicta a su regreso, por el se prohibía vender pan porque se reseca en las canastas y puede afectar la dentadura de los adquirentes.

El irreductible vendedor lo espera a la hora habitual, dispuesto como siempre a invitar al amigo con el fruto de la venta de cordero trozado, que exaltaba diciendo, como dicen los ingleses “de la mar el mero de la tierra el cordero”. Se despiden con el compromiso del reencuentro el día siguiente, no sin antes expresar su repudio hacia un rey impiadoso y desconsiderado, sinvergüenza que no merece ser su gobernante.

Concluye el Rey en que estaba en presencia de un invulnerable vendedor, por lo que ordena sea incorporado inmediatamente y en forma compulsiva como miembro de la guardia real y colocado en la puerta del palacio desde el alba hasta la hora de la cita.

Jadeante llega a la hora el ahora convertido en guardia real, para compartir la copa con el amigo, que por supuesto abona como corresponde informándole que había vendido la hoja de la espada reemplazada por una vara de abedul, para poder hacer frente al compromiso, hasta tanto se le abone su sueldo.

Fue una noche larga para el rey, pensando cómo hacer para rodear al súbdito mas astuto que Ulises, y como él fecundo en recursos.

Este rey no creía en la solución de la pena de muerte, conocedor que inmediatamente producida la muerte otra persona ocupaba el lugar con las mismas características, por lo que mantenerlo vivo le permitía tener acotado el problema.


Al día siguiente debía ejecutarse a un convicto y reunido el pueblo en la plaza de ejecuciones ordena el rey se haga comparecer al guardia al se pone a cargo de la ejecución, que consistía en cortarle la cabeza con la espada.

Puesto frente al reo, eleva su cabeza al cielo y expresa “Dios, si este hombre es culpable que mi espada corte su cuello separando su cabeza de su cuerpo, pero si es inocente que la hoja de mi espada se convierta en una vara de abedul” dicho lo cual extrae el arma inocua que es celebrada por la concurrencia como el mas grandioso acto mágico de la historia del reino.

Semejante ingenio es premiado por el rey otorgándole al amigo un lugar entre los cercanos de la corte, con quien se solazaba habitualmente, e inspirado en la historia de Borges, lo designa Inspector de aves de corral.

Nota: este cuento lo he sintetizado, su relato le llevaba a mi abuelo hasta dos horas, dependiendo del interés del auditorio.

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