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domingo, septiembre 16, 2012

MILANO



Presto en la mañana de Milano salimos con la idea fija de visitar las Galleria Vittorio Emanuele II, un verdadero templo del refinamiento, catedral del lujo donde los visitantes no pueden menos que sentirse transportados por la atmósfera por donde han transitado todo el mundo respetado y respetable de los últimos ciento treinta años.

Perfectamente descripto por Vicente Blasco Ibañez, en la novela “Entre Naranjos”

Que puede sentir un sudamericano que para participar del ágape de la visita debió viajar largas horas en el abigarrado cartucho que constituyen los actuales medios aéreos.



Ya habíamos pasado por la Piazza di Duomo, otro tanto en la piazza della Sacala , a ambos extremos, comprado los suvenir y a modo de despedida decidimos tomar el clásico café expreso a la italiana en uno de los bares centrales de la galería, tal nos habíamos acomodado, cuando sorpresivamente inmediatamente a mi frente se instala un matrimonio musulmán  el hombre con vestidura occidental pero la mujer cubierta de negro con el bozal negro de cowgirl  de desierto (niqab).


No quiero ser irrespetuoso, pero es menester  hacer conocer el desagrado que produce a un argentino, que en suelo italiano tiene que presenciar como se priva a la mujer de exhibir sus encantos, su gracia, su charme y al ocasional observador obligarlo a soportar el desagradable espectáculo de ver las peripecias que debía realizar la oscura dama para introducir los alimentos por debajo del velo.

El espectáculo final me ahogó el momento.


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